Entrevista
Terrores Nocturnos: “Vivimos este momento con la emoción de la primera vez”
La banda integrada por Marcos Aramburu, Nicolás “Cuarti” Ibarra, Sebastián Limarino, Marcos Delfino y Juan Ignacio Verona vuelve al ruedo con la potencia y la ternura de su último disco: Gente en la ventana.
22.10.2025
Escrito por
Lucha Miranda

Terrores Nocturnos practica la dicha en movimiento. A principios de septiembre estrenó Gente en la ventana, su segundo disco. Arrancó su gira el 10 de octubre con la presentación de este trabajo discográfico con un Uniclub agotado. Ahora sigue el baile con una fecha en Villa Ballester junto a Nina Suárez el 31 de octubre. Además, fueron confirmados como parte del plantel local del festival Music Wins, que tendrá como headliners a Massive Attack y Primal Scream. Luego viene Mar del Plata con Las Tussi, La Plata con Mujer Cebra, Córdoba, Rosario, y cierran, por ahora, un año explosivo en el Teatro de Flores junto a Massacre.

El quinteto se mueve entre el indie platense heredero de Bestia Bebé y la energía punk de quienes, en marzo de 1996, canjearon diez tapitas de Coca-Cola por una entrada para ver a Los Ramones en el Estadio River Plate.

Los Terrores, como se autodenominan, están formados por Marcos Aramburu (voz y guitarra), Sebastián Limarino (bajo), Marcos Delfino (batería) Juan Ignacio Verona (sintetizadores) y Julián Pérez . La historia arranca como tantas: un grupo de amigos que se junta a hacer música “por las dudas” y, sin querer, arma algo serio. En 2017 publicaron su debut El funeral de los menos felices y, ocho años después, regresan con Gente en la ventana, bajo el sello Indie Folks. Un relanzamiento con más oficio, pero la misma entraña.

El álbum suena joven y profesional a la vez. Abre con “Las brujas”, un tema que mira más hacia los Beach Boys que al post punk, y confirma lo que la banda venía insinuando: que detrás del ruido hay melodía; y detrás de la potencia, una idea de belleza.

El disco fue producido por Terrores Nocturnos y Santiago Napoli y mezclado y masterizado por Santiago de Simone. El resultado es un trabajo donde la frescura que surge de armar la identidad sonora de un proyecto musical convive con la precisión técnica.

“Queremos ser la banda más amable del indie”, dicen. Y cumplen. No desde la corrección, sino desde algo más raro y valiente: una forma de ternura ruidosa que todavía cree en las canciones, en la amistad y en tocar hasta que duelan las manos.

Hablamos con ellos para conocer hacia dónde van y cómo llegaron hasta acá. Spoiler: a la hora de responder todos hablan por uno, y cuando habla uno suena la voz de todos.

¿Qué sienten qué cambió en ustedes como banda en ese tiempo de silencio discográfico?

Cambió todo y, a la vez, no tanto. En ese momento éramos una banda de amigos que se juntaba a tocar, a probar, a grabar sin mucha estructura. Hoy seguimos teniendo esa energía, pero le sumamos método. Ensayamos dos veces por semana, pasamos un año maquetando el disco, nos juntamos todos los jueves en un estudio. Fue un proceso más consciente, con disciplina, pero sin perder el juego. A veces esa dualidad entre disfrute y disciplina se vuelve difícil. Hay días en los que no querés ensayar, pero después entendés que esa constancia es la que permite que pasen las cosas más espectaculares.

¿Y cómo hicieron para que el disfrute no pare nunca? Porque en la búsqueda de profesionalización, esa situación de grupo de amigos que están tocando y que se divierten suele perderse.

Nos sale natural. Hablamos todo el tiempo, en vivo, por WhatsApp, compartimos ideas, fechas, planes. Hay roces, pero en el fondo seguimos siendo amigos. Eso sostiene todo. Además, todavía estamos en una etapa de entusiasmo puro. El disco acaba de salir y sentimos que todo es nuevo: dar notas, tocar en festivales grandes, ver que la gente canta los temas. Vivimos este momento con la emoción de la primera vez.

¿Cómo fue el trabajo de transformar las maquetas en canciones reales? ¿Qué cambios aparecieron?

Tuvimos un proceso largo de maqueteo. Todo empezó en un estudio casero, con ideas disparadoras que traía alguno de nosotros, y a partir de ahí fuimos construyendo por capas. Durante esa etapa casi no ensayábamos: era más de escuchar, probar y pulir. Cuando terminamos los demos y llegó el momento de grabar, hubo que volver a tocarlo todo “de verdad”. Eso significó muchos ensayos, ajustar secciones, trabajar la base rítmica con Lima, las guitarras por separado, y recién después grabar.

Solo cuando el disco estuvo listo nos volvimos a juntar para ensayar pensando en el vivo. Y ahí todo se aceleró: empezaron a aparecer fechas, una tras otra. No podés decir que no, tocar es lo más lindo, así que llevamos esas canciones a la sala y las hicimos crecer ahí.

¿Cómo fue el proceso de producción y composición dentro del grupo?

El disco terminó siendo el resultado de un proceso muy colectivo. En la sala todos opinamos, todos podemos decir: Che, ese rulo no va, y eso hace que las canciones estén realmente producidas por el grupo. Cada tema pasó por varias versiones. Con el tiempo fueron tomando otra forma más sólida. Esa evolución tuvo que ver con la manera en que discutimos las ideas: “esto sí, esto no.

Hubo canciones que costaron un montón, que no encontraban su forma. “Malas noticias”, por ejemplo, fue una de esas; y hoy es de las que más nos gusta cómo quedó: compacta, redonda, con un audio que nos representa.

Parte del porqué amamos este disco tiene que ver con el tiempo que le dedicamos. Hay gente que valora mucho la velocidad de “hicimos el tema en 24 horas”, pero para nosotros no es un mérito en sí. Puede salir bien, claro, pero no necesariamente es un valor. Este disco fue lo contrario: un proceso paciente, maduro, incluso terapéutico. Pensar las canciones durante tanto tiempo nos hizo sentir más seguros de lo que queríamos decir. Si escribís algo en un día, capaz al siguiente ya te contradecís; pero si lo pensás durante un año, es más probable que te siga representando. Y eso se nota ahora. Sentimos que realmente podemos salir a defenderlo sabiendo que refleja lo que queríamos hacer.

¿Qué buscaban con este disco?

Queríamos encontrar nuestro sonido. Definir algo que sea realmente nuestro por un tiempo. Algunas canciones pasaron por mil versiones: hubo maquetas medio Beach Boys, otras más oscuras, hasta que todo se acomodó. Nos tomamos el proceso con paciencia. En una época en la que se pone en valor grabar un tema en un par de horas, nosotros elegimos darle tiempo.

¿Les pasa que después de tanto tiempo grabando necesitan volver al vivo, o al revés, que después de tocar les agarra la ansiedad de grabar algo nuevo?

Sí, totalmente. Todo el proceso de grabación es hermoso, pero llega un momento en el que decís: Bueno, loco, quiero sacar esto a la calle, que suene de una vez. Y después pasa al revés: ahora que estamos tocando y ensayando tanto, por momentos nos agarra la manija de decir: Che, grabemos algo, hagamos un single, quiero hacer más.

En el nuevo disco hay dos colaboraciones que funcionan casi como un manifiesto: “Semáforos”, con Santiago Motorizado, y “V.L.T.”, con Expulsados. ¿Cómo surgieron? ¿Las pensaron para marcar la cancha de su identidad?

Las dos surgieron de manera muy natural. En el caso de “Semáforos”, pensamos: “A esta canción le quedaría increíble la voz de Santi Motorizado”. Y con “V.L.T.” pasaba algo parecido. Hasta que un día dijimos: “Bueno, preguntemosles si la quieren cantar”. Son artistas que admiramos y que, de alguna forma, nos unen. Algunos venimos más del lado del punk, otros del indie, pero esas referencias nos encuentran en el mismo punto. Sentimos que en este disco, que tiene algo de relanzamiento, ellos funcionaron como una especie de padrinos musicales.

De acá en adelante, si aparecen nuevas colaboraciones, queremos que sean así: porque la canción lo pide, no por “rosquear” o sumar nombres porque sí. De hecho, en un momento el disco iba a salir sin ninguna colaboración, pero esas dos terminaron siendo un plus hermoso.

¿Qué significó para ustedes estar en un sello con mayor visibilidad como Indie Folks?

Todo el proceso del disco lo hicimos de manera independiente. Cuando terminamos, nos acercamos a Kun (Lucas Chiodi), label manager y productor de Indie Folks, para pedirle algunos consejos sobre cómo distribuir la música. Ya nos conocía de antes, había organizado fechas con los Terrores de la primera etapa, y la charla fue derivando sola: ¿Y si trabajamos juntos?. Desde entonces estamos encontrando esa dinámica. Lo que más nos atrae del sello es la libertad que da a cada artista. Ese es, quizás, el verdadero sonido de Indie Folks: no una estética cerrada, sino la posibilidad de que cada banda suene a sí misma. Por eso Winona suena a Winona, Fonso suena a Fonso y nosotros sonamos a nosotros. Nadie te baja línea ni te pregunta si algo “va a pegar”.

Aun así, si ponés a todas las bandas del sello en un mismo festival, hay una especie de hilo invisible que las conecta. Una coherencia que no pasa por la forma, sino por la sensibilidad.

Eso tiene que ver con que Rami (Ramiro Viamonte, Director del sello) y Kun son, ante todo, gente a la que le gusta la música, no empresarios de la industria. Si mirás cómo curaron el line-up del Music Wins, se nota: no fueron a buscar a los que están en el top 50 de Spotify; trajeron a Primal Scream, porque les gusta. Esa honestidad se siente, y es lo que hace interesante trabajar con ellos.

Todavía estamos aprendiendo cosas que no conocíamos. Veníamos de una lógica más autogestiva, más outsider, y encontrarnos con los Indie Folks fue como cruzarse con buenos aliados en el camino.

En sus últimos shows compartieron cartel con Juvenilia, Cata Carpena, Las Tussi. ¿Se sienten parte de esa nueva escena porteña o prefieren verse por fuera de las etiquetas?

Nos parece que está pasando algo re interesante con la escena. Venimos de una época muy de solistas, y ahora está volviendo la idea de banda, de grupo, de hacer cosas entre varios. Tiene otra energía. Es menos ego y más compañerismo. Y también más divertido, porque las frustraciones se reparten entre todos (risas). Hay muchos pibes nuevos con una fuerza tremenda, con ganas de hacer canciones que no suenen tan limpias, tan correctas. Canciones más humanas, más desprolijas.

Hubo una época donde todo era sold out y hoy la cosa es más simple: tocar donde se pueda, todas las veces que se pueda. No guardarse para “la gran fecha”, sino salir a tocar, compartir, conocer gente, volver a construir una escena más real. También hay algo generacional. Está dura la realidad, y eso se nota en la música. Las bandas que estamos ahora en este espacio tenemos una oportunidad, pero también una responsabilidad: hacer algo que tenga sentido, que esté conectado con lo que pasa. Y para eso hay que embarrarse un poco, salir del clean. Se viene una escena más sucia, más física, con humedad en las paredes y olor a cable caliente. Y está bien, es más cercana, más sincera.

Y hay una frase de Marilina Bertoldi que nos encanta, porque resume todo: “Vivimos escuchando música de pendejos que nos dicen a los de 40 cómo coger, cómo relacionarnos, cómo salir”. Y es así. Durante mucho tiempo si no tenías 19 y pegabas un tema, ya estabas viejo. Pero eso se está rompiendo. Hay un montón de artistas que están diciendo cosas desde otro lugar, con otra experiencia, y eso está buenísimo. Santi, de Camionero, tiene 46 años. Y no es una pelea de generaciones. Los pibes tienen cosas increíbles para decir, pero también está bueno que haya artistas con otra mirada del mundo.

Además, el Indio tenía 35 cuando salió Gulp (risas).

Si pudieran elegir otra época de la música argentina para haber nacido como banda, ¿cuál sería y por qué?

Y…creemos que los Terrores también tienen algo muy noventoso en la forma de encarar las cosas, en la energía. Y me parece que esta escena nueva que se está armando tiene un poco de eso también: ese espíritu más de resistencia. La escena de los ochenta fue otra cosa. Tenía que ver con la salida de la dictadura, con celebrar la democracia. Era una época más de Virus, de baile. Pero los noventa fueron distintos: más hostiles, más crudos. Era tocar en cárceles, en escuelas, en universidades, en donde pintara. Y sentimos que lo que viene ahora se parece más a eso. De salir a tocar en cualquier lugar: en un hospital, en un festival solidario, con un espíritu más de batalla y nosotros estamos para eso.

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