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“Quisiera hacer algo con Dillom. Él me encanta”
3.6.2025
Escrito por
Lucha Miranda

St. Vincent llegó a Buenos Aires, después del show en Santiago de Chile, con la guitarra en llamas y un repertorio existencial y feroz. Este jueves, Annie Clark tocó por primera vez como headliner en el Complejo Art Media y, aunque el lugar no se agotó, nadie se fue sin la sensación de haber visto algo poderoso.

Prendió un cigarrillo en escena, usó la guitarra como si fuera un arma y canalizó su rabia, dulzura y precisión escénica en un set que combinó canciones nuevas, hits y un diálogo honesto con el público. No vino a cumplir: vino a quemarlo todo.

Presentó All Born Screaming, un álbum visceral que escribió antes de convertirse en madre. “A veces siento que las canciones me preparan para lo que va a pasar. Como si escribiera desde el futuro”, contó horas antes del show. El disco tiene capas de vida, muerte, amor y nacimiento literal. Y canciones como Hell is Near o Broken Man que, en sus palabras, “la hacen enloquecer” cada vez que las canta.

La maternidad - un tema poco abordado en el rock-  la atraviesa por completo. Dice que ahora tiene giras más cuidadas y que le cuesta estar tanto tiempo lejos. Pero, más allá de los ritmos y las rutinas, cambió algo profundo: “Tengo mucha más compasión. Menos cinismo. Pienso que, al final, todos fuimos un bebé alguna vez. Y que la mayoría está haciendo lo mejor que puede. Todos estamos tratando de entender cómo ser humanos en esta vida”.

En ese tono se permite hablar también de los tiempos que corren. ¿Cómo se siente vivir y girar en este mundo inestable, con democracias cada vez más frágiles? “Sí… estuve arriba y abajo, y otra vez arriba y abajo. Y en ese ir y venir, conocer personas en todas partes y pensar: ‘nuestros gobiernos pueden estar mal, pero todavía tenemos corazón’. Seguimos intentando ser lo más humanos posible en tiempos que son muy inhumanos”. Hizo una pausa. “Es tan, tan, tan triste”, repitió.

Pero la tristeza también canta. Y en este tour, St. Vincent no está sola: la acompaña una banda renovada y convocó como telonera a la icónica Kim Gordon. “Kim hizo música peligrosísima toda su vida. Es el tipo de artista que quiero ser. Ella y Nick Cave son ejemplos de lo que me gustaría lograr: tener décadas encima y seguir haciendo lo mejor de tu carrera”.

La artista cruza generaciones con entusiasmo y pasión. Abrió shows de Cave y también de Olivia Rodrigo. “Es amiga mía. Me encanta ver cómo una nueva generación descubre el rock a través de ella”.

Es que St. Vincent cambia de forma para atacar. Cambia de público sumándose a diferentes propuestas y hasta de idioma. Todos nacen gritando es la versión en español del disco que la trajo hasta acá.

No es casual que Reckless, uno de los tracks del disco, se haya traducido como Salvaje para la edición en español. “¿Me siento salvaje? No. Pero esa palabra cambió todo el sentido de la canción. La volvió más profunda”, reflexionó. “Fue muy loco hacer las traducciones: algunas canciones cambiaron completamente por cómo sonaban en otro idioma”.

La conexión con América Latina no es solo discursiva. Acaba de lanzar Tiempos Violentos junto a Mon Laferte. “Su voz es increíble. Su forma de escribir, de producir… es valiente, auténtica, una verdadera artista. Sentí que esa canción tenía algo de torch song, como un standard de jazz. Sabía que su voz iba a ser perfecta”.

Ante la pregunta una reflexión no estaba mal, por posibles colaboraciones futuras, se entusiasmó: “Quisiera hacer algo con Dillom. Me encanta. Él es cool. También con Juana Molina, Bomba Estéreo, Caetano… Piazzolla, si estuviera vivo”. Juana, de hecho, es una de sus grandes referentes. “La vi en el Bowery Ballroom en 2006. Me voló la cabeza. Y después me enteré de que era comediante. David Byrne me la presentó”.

Dijo que descubre música en disquerías, en playlists, gracias a amigos, o en los festivales. “Me encanta conocer bandas nuevas. Me pasa con quienes abren mis shows. Las veo y pienso: ‘esto está buenísimo’”.

Este jueves, en Chacarita, el fuego fue suyo. Y aunque sea difícil hablar de esperanza en tiempos violentos, hay algo en la forma en que St. Vincent se planta en el escenario —entre la furia, la calma y el amor sin ironía— que da ganas de seguir contemplando el fuego que construimos.