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Se viene el segundo Vorterix de Camionero
No se olvidan de lo artesanal
Una entrevista en profundidad con tu nueva banda de rocanrol favorita.
8.10.2025
Escrito por
Lucha Miranda

En tiempos en que la industria musical predica en redes la consigna de “crear una comunidad digital”, Camionero eligió el camino inverso: construirla a fuerza de escenario, de tocar sin perder la constancia, de transpirar la pertenencia.

El dúo formado por Joan Manuel Pardo (guitarra y voz) y Santiago Luis (batería, octavadores y coros) lleva años tejiendo esa red desde abajo, sin algoritmos ni hashtags. Aunque recorren escenarios por toda la provincia y el país, el eje de su universo es Tracción a sangre, el ciclo que ellos mismos producen y que, tras pasar por el extinto Morrison Club y el CC Matienzo, llegó el 13 de septiembre al Teatro Vorterix, lo agotó y ahora prepara su segunda edición: este sábado 11 de octubre en Colegiales.

En la vorágine de los días, Camionero avanza despacio, pero firme. Su rock, de raíces clásicas y pulso contemporáneo, esquiva la nostalgia y el cliché del músico perdido en la noche. En su universo no hay “Pomelos”: hablan de educación, de independencia, de construir desde la lucidez y no desde el caos.

Camionero es, además, un proyecto comunitario y autogestivo. Crearon su propio circuito con el ciclo Tracción a sangre, ferias artísticas bajo el nombre El Acoplado, merch colaborativo y acciones solidarias, como Rueda de auxilio, que expanden su propuesta más allá del escenario, generando una red afectiva que acompaña su crecimiento paso a paso. Se parece más a la devoción nómada de los Deadheads de Grateful Dead que al fervor ricotero de los ochenta: una tramaemocional que se expande sin perder el pulso.

Lo del dúo es una poética de la autonomía y una épica mundana pero obstinada de seguir haciendo por cuenta propia. No hay mística de estadio ni épica de mármol: hay cercanía.

Hablamos con Camionero sobre el pulso que los mueve, el desafío de sostener un proyecto bajo sus propias reglas y el arte de seguir tocando cuando todo parece ir demasiado rápido.

¿Cómo sienten que evolucionó la banda desde los primeros discos hasta ahora, tanto desde lo musical como en la forma de trabajar las canciones? Hagamos un repaso de todo lo publicado: E.P. II (2018), Confianza en ti solo (2019), Club Camionero (2021) y Todo lo sólido se desvanece en el aire (2023).

Joan: Hay una línea bastante lógica desde el principio hasta ahora. Los primeros discos eran mucho más espontáneos y también más prejuiciados: más de género, más instintivos. En cambio, los últimos tienen un trabajo distinto: son un poco más conceptuales, con más atención puesta en las letras y en darle más vueltas a cada tema. Aun así, la espontaneidad sigue siendo parte del valor musical. De hecho, uno de los temas lo ensayamos tres veces y lo grabamos. Desde cero: tres ensayos y listo. La lógica siempre es esa: que sea fresco.Nuestros discos son cortos justamente por eso. Preferimos tener material que realmente nos llame la atención y nos haga decir “esto está bueno”, antes que sumar temas solo para llenar. No queremos discos largos solo para que parezcan más importantes. Estamos más tranquilos con eso.

Se viene otro disco, ¿no?

Joan: Ensayamos por primera vez después de varios meses y surgieron cosas lindas. Así que si te digo que sí, te miento… y no te miento al mismo tiempo. Estamos tratando de darnos el espacio para componer. Santi es muy efectista: se sienta y labura, rápido, directo. Yo, en cambio, soy más de largo plazo. Me llevo una idea, la mastico durante mucho tiempo y vuelvo sobre ella hasta que algo se enciende. Necesito tener la cabeza despejada y meterme en ese lugar por un buen rato. Hasta que la canción no me conmueve, siento que todavía no hay nada.

¿Cuándo sienten, internamente como banda, que fue el punto de despegue o que se terminó de popularizar el proyecto? Por ahí fue una etapa en la que dijeron bueno ahora sí está pasando.

Santiago: Mirá, eso es algo que nos preguntan seguido y es algo que a veces trato de responder con la mayor humildad posible, pero es que no siento que haya un despegue, esto es siempre más. Entonces, también te lo explico de esta manera, los temas que nosotros estamos tocando son los mismos que tocamos hace dos años. Entonces, para nosotros es lo mismo. Lo que hay es más gente, pero lo que creo y es lo que todos deseamos, o por lo menos nosotros, es que va a seguir habiendo más gente. Entonces, no hay un punto de quiebre. Es un constante crecimiento.

Si hago una retrospectiva y te digo sí, el año pasado estábamos tocando para 160 personas a principios de año y hoy para 1.500. Es un montón. El otro día en Art Media había 2.000 y pico y nos subimos ahí y ya empezás a ver la masa de gente y no es que digo, guau, no sé qué, no me flasheo. Somos laburantes, ¿viste? Nos subimos al escenario, tocamos y nos bajamos, nos vamos de gira.

Sí, va más allá de los números sino de que por ahí en la dinámica que les iba dando tocar en vivo ustedes hayan dicho bueno, ahora si estamos tocando como queremos o logramos el sonido que estamos buscando.

Joan: En el Matienzo, cuando empezaban a cantar la canción “La distancia””, cantaban tan fuerte que no escuchabas voz. Ahí sí. Yo creo que en el Morrison, cuando eran 150 personas, cuando veíamos los primeros agites de gente que no conocíamos en lo absoluto, agitando las canciones, haciendo pogo, dijimos, ¿quiénes son estos manes que están ahí? Ahí entendimos que nuestra música puede llegar a una cantidad de gente random que se va a sentir atravesada por ella. Y decís, bueno, esto se puede llegar a expandir. Ahí fue el clic.

Ustedes hablaban de la idea de seguir sumando gente, de llevar sus canciones a nuevos públicos, incluso distintos a los habituales. En este contexto musical de Argentina, donde conviven muchos géneros y algunos se volvieron más populares, ¿sienten que el rock tiene un techo? ¿Cómo perciben la escena actual dentro de esa diversidad?

Joan: También habría que pensar de qué estamos hablando cuando hablamos de “rock”: si del género en abstracto, de todas las bandas que lo integran o de algunos casos particulares. Porque, por ejemplo, Airbag, que en mi caso no es una banda que me guste, es un fenómeno tremendo. Llena estadios a donde va. Ahora, habría que preguntarse si eso representa al género o a la comunidad de bandas de rock en general.

Yo creo que los casos particulares no tienen techo. Pero el rock como género responde a ciclos, a modas. Y no se trata solo de cuánta gente metés en un lugar físico; habría que medirlo de otra forma. No es como cuando Duki dijo: “¿Qué voy a hacer después de llenar River?”. Lo importante es que dentro de treinta años alguien diga: “¿Te acordás de esa canción del Duki? Qué linda que era”. Eso es lo que tenés que lograr. No llenar un estadio.

Santi: Desde el punto de vista más artístico. Que algo se acabe, significa que se acaba la creatividad de la gente, o lo que se le puede ocurrir a algún artista hacer. Yo creo que eso no se va a acabar nunca. La música no se va a acabar nunca, las canciones no se van a acabar nunca, las composiciones no se van a acabar nunca jamás. De todos los géneros que se te ocurran, porque siempre va a venir alguien y va a decir, mirá, tocó con una botella y hago rock and roll. Y puede estar buenísimo. Es infinito. Tiene que ver con el arte. Y el arte no se va a acabar.

¿Cómo sienten este momento de la música del país, en el que se están generando bandas que hacen sus propias canciones, con identidad propia y que vienen trabajando de manera diferente, por fuera de lo que está armado en la industria?

Joan: Yo estoy contento con lo que se viene dando dentro de la escena. Hay bandas que a mí me gustan. Dum Chica, Winona Riders, Ale Cares son bandas que me gustan, pero que me gustan en serio, más allá del hype. Me pone muy feliz que a El

Mató le vaya muy bien, ya es una banda mainstream. Esa es una puerta que se abre para todos los que estamos en este mundillo.

También hay como una especie de efervescencia de que el rock vuelve, pero nadie sabe de dónde (risas), pero hay una efervescencia y hay mucha pomeleada también. Que eso no está bueno, por lo que hablábamos antes. Eso yo probablemente no le veo mucho futuro. Más bien algo gracioso, y qué pasa esto, puede llegar a ser muy atractivo en un momento y después se evapora. Me gustaría que quizás las bandas estén menos preocupadas por los views de YouTube, por los likes de Instagram, y más preocupadas por hacer y jugar con la música.

En una nota dijeron que en el disco buscaban transmitir lo que pasaba en las salas de ensayo. Cuando arman un show, ¿buscan llevar al público a la sala de ensayo o del disco al escenario o ambas cosas?

Santi: Sí, un poco todo. Pero cuando tocamos en vivo, eso es realmente el reflejo de lo que pasa en la sala. Solo que ahí se potencia: está todo microfoneado, bien trabajado, y el sonido explota mal. Creo que a la gente le llega justamente eso. Nosotros en la sala nos divertimos, tocamos lo mejor posible pensando en que esa energía llegue a quien está escuchando. Después, lo que pasa en el disco es distinto: lo raro es justamente el proceso de grabar, de lograr que todo ese clima se traslade a un registro. Ahí está el laburo más duro: hacer que el disco suene como suena en vivo.

Joan: Y también, volviendo al tema del recital, creo que logramos algo muy bueno: que el show funcione como una especie de extensión de la sala de ensayo. Que tenga ese clima de intimidad, de estar compartiendo algo cercano, sin distancia entre nosotros y el público.

Por más que haya mil personas, la idea es que todos sientan que están ahí al lado, viviendo algo de cerca. Que no parezca un espectáculo montado, sino un momento real, compartido.

Santi: Además, no somos solemnes: estamos tocando y si alguno la pifia, el otro se lo dice ahí mismo, “hiciste cualquiera”, y todos se cagan de risa. Ese momento también forma parte del show. Es una forma de desestructurar, de mostrarnos como somos. No nos ponemos en plan de “para la próxima esto no puede pasar”.  En una noche en el Art Media me temblaban las patitas. Eran dos mil personas mirándome como diciendo: “Chabón, a ver qué vas a hacer”. Y ahora son esas mismas dos mil personas, pero con otra energía: te miran como diciendo “Dale, vamos a bancarla, vamos a pasarla bien”. Entonces salís tranquilo, relajado, sin miedo a equivocarte. Salís a disfrutar. Y eso es hermoso.

Santi: Sí, aparte con esto del ciclo se empezaban a repetir patrones de cosas que la gente tiene un cantito y nosotros lo bancamos y cosas de a veces pseudo-políticas que son lindas, viste, de ver cómo la gente se identifica con ciertas cosas y empezó a sentir ahí cierto punto de pertenencia, viste. Eso también es un código entre la banda y el respeto, digamos.

Hay una escena que resume con precisión el momento que está viviendo Camionero.

Hasta hace apenas dos meses, Santiago Luis todavía ejercía como arquitecto. Hace unos días llamó al Colegio de Arquitectos para dar de baja su matrícula. Del otro lado del teléfono, una voz le preguntó:

—¿A qué te vas a dedicar ahora?

—Voy a ser músico —respondió él.

—¿Ah, sí? ¿De qué banda?

Camionero, se llama.

—¡Ah, sí! Los escuché el otro día en Urbana Play. Te felicito, y te deseo mucha suerte.

Lo que viene

La próxima fiesta camionera es este sábado 11 de octubre en el Teatro Vorterix, en el ciclo Tracción a sangre vol. XVIII. Además, este mes estarán girando el 18 por San Luis, el 23 por Rosario, el 24 por Sante Fe, el 25 en Córdoba y el 31 en La Plata. Y formarán parte de la grilla del Music Wins, el próximo 2 de noviembre.

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