El 20 de septiembre, Lucy Patané se subirá por primera vez al escenario del Teatro Vorterix, en Buenos Aires. No es un recital más: marca un hito dentro de Hija de Ruta, el disco con el que viene recorriendo el país desde comienzos de 2025 y que en 2024 también pasó por Europa. “El Vorterix es un poco el cierre de esta gira, como ponerle un moño”, cuenta en esta charla con Ag/S en la que vuelve sobre los pasos que la movieron hasta ahí.
El nombre del disco salió de un error de tipeo de Carlos Sidoni, su manager, que en un mail quiso poner “hoja de ruta” y sin querer le dio a Lucy el nombre del álbum. Y en este espacio que honramos el error como intención oculta, usamos esa hoja para marcar el trayecto que va a llevar a la música a tachar de su lista un nuevo escenario como solista.
Armar un Vorterix
El concierto de septiembre implica otra intensidad. “Siempre me da vértigo armarlo. Un mes antes me agarra el pánico, quiero cancelar todo. Pero después sé que tengo que organizar: banda, invitados, iluminadora, sonidista, merch… Es un nivel de diálogo enorme. No es lo mismo que cargar la guitarra en el baúl y salir a tocar sola”.
Lucy conoce el trabajo en equipos grandes –como en Las Taradas–, pero admite que bajo su propio nombre la exigencia cambia: “Cuando es Lucy Patané para Lucy Patané, tiene otro color. Pero hay mucha gente que se siente parte y eso es lo mejor del universo”.
Invitadas, repertorio y un hackeo al sistema
El repertorio gira alrededor de Hija de Ruta, además de canciones del disco anterior a las que se van a sumar algunas sorpresas. Tendrá invitadas mainstream, como Natalia Oreiro y otras más de nicho, como Viv Scaliza –de Las Blacanblus– y La Piba Berreta, artistas que Lucy admira y que merecen más reconocimiento, una manera de abrir puertas desde el escenario.
El álbum es una protesta muy personal, que deja ver por la rendija que hay una Lucy que ama a Neil Young. Canciones como “Lo caro” o “Trámites burocráticos” ponen en tensión temas cotidianos y cómo estos drenan la energía diaria. La música se vuelve política: “juntarse en un lugar a escuchar canciones hechas por personas para personas es un gran hack”, dice Lucy. Es una forma de resistencia contra un sistema que busca automatizar todo y apagar el pulso colectivo.
Antes de llegar al local de Colegiales, Lucy acumuló historias en muchas ciudades y pueblos. Se llenó de kilómetros, de tierra y de las miradas de un público que, a diferencia del porteño, no está tan acostumbrado a recibir visitas. En cada parada, Hija de Ruta se volvió más que un disco: un manifiesto vital. De esas vivencias surge un diario de ruta, con postales de giras que van desde bares sin luz hasta teatros de provincia colmados.
15 de mayo, San Luis. “Primera vez en la provincia. Llegué con mi guitarra de doce cuerdas, formato solo set. Tocamos en Cede Club. Me gusta desmalezar los lugares sola antes de llevar a toda la banda. Ver qué energía hay, qué pasa con la gente. San Luis me recibió con los brazos abiertos.”
16 de mayo, Mendoza. “Un show recontra rockero. La gente cantó, bailó, pidió otra más. Cuando la banda ya se había ido al camarín, me quedé sola con el público y toqué una canción acústica. Abrí los ojos y vi gente llorando, otros con los ojos cerrados, todos conectados. Me dije: ´tengo que abrir más los ojos. Literal y metafóricamente’.”
17 de mayo, San Juan. “Era tarde, yo estaba sola con la guitarra en Mamadera, un bar rockero. Se rompió el sonido y terminé tocando a pelo, entre sombras, apenas iluminada a contraluz. Fue intenso, poderoso. Al día siguiente del show nos subimos a la camioneta y manejamos hasta la Difunta Correa. Todos nos decían: ‘piensen bien lo que van a pedir’. Y ahí, después de tocar a las cuatro de la mañana, me encontré pidiendo deseos en medio del desierto.”
27 y 28 de junio. Trelew y Puerto Madryn. “La gira allá la organiza un fan: Emi Bordenave. Con su familia arman todo: luces, sonido, difusión. La primera vez que fui, su hija tenía cinco años; ahora tiene diez y canta conmigo en el escenario. En Madryn hice dos funciones este año. En la segunda se cortó la luz. Terminamos cantando todos juntos a oscuras, solo mi guitarra y mi voz. Una experiencia irrepetible.”
20 de junio, San Antonio de Areco. “Un galpón de trenes recuperado por pibes de la ciudad. Compartí escenario con Señorita Miel. Era un espacio frío, con tachos encendidos en el piso, y yo sobre tablones viejos. Cerraba los ojos, golpeaba el escenario y una nube de polvo se levantaba con el contraluz. Fue como estar en una película hecha para mí misma.”
7 de junio, Avellaneda. “En Bar Mutar presenté Hija de Ruta. No sabía que tenía tanto público ahí. El lugar explotó, sobre todo de pibas del conurbano lésbico. El mejor público posible para mí. Un show feroz, de esos que quedan tatuados en la memoria.”
1 y 2 de agosto. Rosario y Córdoba. “Últimas fechas con la banda. Ya sonamos con un lenguaje propio. La improvisación se volvió conversación, y los chicos me siguen a donde vaya, aunque cambie listas o partes en vivo. Fue un salto colectivo, sentir que el proyecto respira como grupo.”
En cada kilómetro recorrido, Lucy Patané fue ensayando el vértigo que ahora se concentra en una sola noche. El 20 de septiembre, el Vorterix no será solo un escenario nuevo en su lista: será el punto en el que Hija de Ruta deje de ser un trayecto disperso para convertirse en una fiesta popular. Una cita que promete tanto electricidad como fragilidad, y que confirma lo que ella misma ya sabe: la ruta siempre desemboca en la música.